LA SEÑORITA GRIS (3ª PARTE)

 Eli mira de nuevo por la ventana, esta ves sonríe, acaricia su incipiente barriguita, y habla con su bebé:

"Te protegeré por encima de todas las cosas cielo, estamos solos pero nunca permitiré que te hagan daño, cuidaré de ti como mi tesoro, te lo prometo".

Los vómitos y mareos iban remitiendo, y comenzaba a disfrutar del embarazo. En el trabajo todavía no habían notado nada, un virus estomacal, ¿Quién iba a pensar que a la pobre señorita gris, alguien hubiera podido hacerle un bombo?

Aunque había una luz en su rostro, un atractivo, que antes nadie había percibido, el pelo suelto con unas ondas maravillosas, le otorgaban un aspecto más que bonito. La raya negra en sus ojos, bajo las gafas nuevas, hacían de su mirada, un misterio especial. Nadie podía llegar a imaginar su secreto.

Eli no tenía amigas con quien poder desahogarse y contar lo que estaba viviendo. Los compañeros de trabajo eran eso, compañeros, sin una pizca de confianza. Los chicos del estudio la miraban extrañados, y las chicas, simplemente pasaban de ella, no se ponía vaqueros ni minifalda, era eso gris.

Después de pensarlo mucho, Eli habló con Don Luis, el único que conocía su estado, le pidió una excedencia de un año en el trabajo, no quería dar explicaciones a nadie, necesitaba salir de la ciudad y tener a su bebé tranquila. Tenía ahorrado suficiente dinero para pasar este año , en algún pueblecito tranquilo, donde no tener que esconder su barriga.

Ya había finalizado su trabajo para la fábrica de cítricos, proyecto donde conoció al padre de su hijo, donde vivió la noche de amor más intensa que jamás pudo soñar. Noche que jamás olvidará. Su hijo fue concebido con amor, al menos por su parte, seguía locamente enamorada de Pablo Muñoz, eso nunca cambiaría.

Recogió las cuatro cosas que tenía en su pequeño apartamento, las metió en cajas, y después de buscar por internet, encontró un pequeño pueblo en el campo. Una casita maravillosa y baratísima, por lo visto no conseguían alquilarla y no tubo que regatear. La reservó por la web y ya en el coche, volvió a acariciar su barriga," Hijo vamos adelante, una nueva vida nos espera. Tú y yo, juntos para siempre".

L a casa era una pasada, como de cuento, tejas anaranjadas y fachada blanca, con un porche delantero que otorgaba a la la casa una aire señorial de principios de siglo. Imaginó las tardes, sentada en una mecedora, y leyendo sus libros.

Bajó sus cajas y agotada del viaje, se quedó dormida en el viejo sofá victoriano, de la sala. No sabe cuando despertó, pero un fuerte golpe, de no sabe donde, le puso el corazón a mil.

Adormilada, intentó buscar el origen de semejante ruido. Había anochecido, y sin luz, tenía que buscar la caja eléctrica, menos mal que el móvil tenía linterna, así podía ver, al menos la estancia donde se encontraba.

A duras penas llegó hasta la escalera, volvió a escuchar algo, eran sollozos, Dios mío no está sola. Alguien más habita esa casa. Le dieron ganas de salir corriendo, pero un valor, que no conocía que tuviera, la detuvo. "Esta es mi casa y nada ni nadie va a conseguir asustarme y que salga corriendo".

Avanzó por las escaleras, con la luz del teléfono, los sollozos comenzaban a oírse con total claridad, cuando, de pronto, una especie de aire, de viento le cruzó, más bien le atravesó, su cuerpo, y una sombra rápida y veloz, subió las vieja escalinata.

"Con razón la casa era tan barata, algo ocurre aquí y lo voy averiguar". Subió la escalera muy despacio, con las cabellera erizada y la curiosidad mezclada con el terror, le hacían avanzar. Llegó al primer piso, donde una especie de salita, daba entrada a los dormitorios.

La sombra que le atravesó, volvió aparecer, esta vez más visible y con un ruido ensordecedor, Eli se desmayó y quedó en el suelo de la salita.  (Continuará)

MARÍA JOSÉ MARTÍNEZ RABADÁN (Reservados todos los derechos)


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