MÍA
Tras los cristales adivino
el día nublado que nos espera. Siento ese escalofrío de primera hora de la
mañana, cuando recién levantada y con el calor que me envuelve todavía en
brazos de Morfeo, al poner los pies en el suelo, me transporta a mi niñez. Mis
hermanos y yo acurrucados entre las sábanas, mantas y colchas que mi madre
ponía en nuestras camas, los días fríos de invierno. El suelo helado, donde
nuestros pies desnudos saltaban para entrar en calor.
El olor a leche caliente con
cacao y miel, galletas, mermelada, mantequilla, todo ello, acompañado con la
sonrisa llena de amor de mi madre.
Mi padre madrugaba más que
nosotros para ir a la fábrica, no sin antes pronunciar la misma frase de
siempre “Como me toque la lotería va a ir a trabajar Rita la Cantaora”.
Pobrecito pasó toda su vida esperando a la famosa lotería, nunca llegó.
No nos criamos con
demasiados caprichos, formábamos una familia humilde pero sin apuros ni necesidades.
Somos cuatro hermanos, tres chicos y yo, la verdad es que me eduqué entre
hombres, quizá por eso los entiendo bien, siempre me he sentido a gusto
trabajando entre ellos.
Mi madre se metía mucho
conmigo, me decía que parecía un chicazo, cuando entrábamos en casa, llenos de
barro y aceite, después de pasar la tarde arreglando las bicicletas y con la
ropa, cara y manos más negras que carbonero.
Me corté el pelo en casa de
mi vecina y casi les da un ataque cuando me vieron. Yo era feliz en vaqueros y
camiseta, con el pelo corto, luchando con mis hermanos y montando el circuito
de coches, arreglando los juguetes rotos o jugando al futbol.
En el colegio no era tan
fácil ser yo misma, para nada, me apodaron la Raulito porque no llevaba
vestiditos, ni zapatos de charol, y me obligaban en clase a coser y bordar, no
me permitían hacer los trabajos de los chicos, con pilas de petaca, cables,
bombillas etc..
Cuantas tardes me tuve que
quedar castigada a limpiar las pizarras, por jugar con mis hermanos y sus
compañeros al churro va.
“Eso no es propio de una
señorita bien educada, tendré que hablar con sus padres”, me reñía la directora,
mi madre creo que fue más veces al colegio por mí que por mis tres hermanos
juntos.
Pero aquí me tenéis, después
de todo, terminé con buenas notas, cursé estudios superiores y más tarde una ingeniería.
Nunca me interesaron los
chicos, el tiempo que mis amigas y compañeras dedicaban a ellos, lo pasaba
entre libros. Leer mi gran pasión, mi curiosidad por las cosas, mi afán de ser
mejor que mis compañeros me otorgaron un orgullo y amor propio, que me ayudaron
a superar las burlas, las risitas y el constante juicio sobre mi sexualidad.
Tuve que luchar en un mundo
de hombres, cuando mi carrera y profesión no la estudiaban las mujeres. Hoy
puedo decir con orgullo que soy la primera de mi promoción, que diseño coches
de carreras, que continuo llevando mi pelo corto y ando en pantalones,
camisetas y deportivas.
En cuanto a mi sexualidad es
eso, mía.
02/05/2024
María José Martínez Rabadán.
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