LA SEÑORITA GRIS (2ª PARTE)
Eli mira por la ventana del viejo apartamento, ¿mira?. Que va sus pensamientos la absorben por completo sin sentido, sin orden establecido, solo vueltas y vueltas a la cabeza, con sus manos en el vientre.
Embarazada del Señor Muñoz, va a ser padre y ni siquiera sabe donde encontrarlo. Viaja por el mundo, de Londres a Nueva York, Japón, Emiratos...Podría encontrarse en cualquier país , en cualquier continente.
No volvió a llamarla, ni tan siquiera un email o un mensaje. Está claro que solo fue el royo de una noche y ella muy estúpida de no poner precauciones suficientes. Pero sabéis, queridos lectores, en el fondo era la mujer más feliz del mundo. Ya a su edad no hubiera imaginado ser madre.
Bueno, bueno, no corramos tanto, primero cogió cita con un prestigioso ginecólogo de de la ciudad, había que confirmar si el embarazo era tal. Después tomaría decisiones.
Acudió a la consulta del Doctor Elías, nerviosa, mordiéndose el labio inferior, su cola de caballo, falda plisada con zapatos mocasines, camisa blanca y chaqueta al hombro, que le confería un aspecto de colegiala, mas que de futura madre.
El doctor le dio los buenos días y mirando por encima de sus lentes, la tuteó enseguida. Le hizo algunas preguntas rutinarias y pasó a la camilla. Allí con su bata verde levantada a la altura del vientre, el ecógrafo confirmó la feliz noticia.
Eli va a ser usted madre dentro de exactamente siete meses, espero que esto suponga una feliz noticia, para usted y su marido. Sonrió con una mueca, asintiendo.
Eli no se atrevió a confesar a su médico, que en esto estaba sola de momento, el padre no era consciente ni conocedor, estuviera en la parte del mundo menos sospechada, que un hijo suyo crecía en el vientre de Eli, aquella insignificante arquitecta, con la cual pasó una noche de amor, que ella jamás olvidaría y que seguramente Pablo ni se acordaba.
Volvió al trabajo, sin decir nada a nadie, tarde o temprano, empezaría anotarse aumento de peso y la barriga hinchada. Es semana no fue nada fácil, los vómitos eran frecuentes por las mañanas, los mareos. Ella dijo que había cogido un virus. Su jefe le dijo que cogiera unos días libres hasta reponerse del malestar..
Menudo virus de cuatro patas, para pasar el tiempo en el odioso apartamento, sin parar de vomitar, con pocas ganas de comer y muchas de pensar, discurrió otro mes. En el tercer mes de embarazo, decidió buscar a Pablo Muñoz, por internet y sin que en el estudio de arquitectura sospecharan que andaba en ello.
Contactó con la empresa de cítricos e inventando una excusa de una firma que faltó en su día, preguntó por él. No sabían exactamente en que país se encontraba, pero en cuanto lo localizaran, le darían el mensaje.
Eli quedó satisfecha, al fin y al cabo era justo que el padre supiera de la nueva situación. Continuó con su trabajo, ahora un fábrica de aluminio muy ambiciosa que la mantenía ocupada casi todo el día.
Aquella mañana, la notica llegó al estudio, cuando Eli apareció con su café en mano, todos comentaban lo mismo, en horrible, madre mía que pena etc....
A Eli le contaron la noticia del día, un avió de pasajeros había caído en mitad del pacífico, había desaparecido con ciento ochenta personas a bordo y de momento sin supervivientes.
A Eli un fuerte escalofrío sacudió su cuerpo entero, no eran buenas noticias y para ella mucho menos. La empresa de cítricos, la cual Eli había diseñado había perdido a su consejero delegado y hombre encargado de cerrar los proyectos por todo el mundo, Don Pablo Muñoz, era uno de los pasajeros del avión siniestrado.
Al recibir su estudio los email confirmando la desaparición del padre de su hijo, Eli se desmayo, cayo desplomada al suelo. Sus compañeros corrieron a levantarla, pero nada no volvía en sí. Llamaron a una ambulancia y para el hospital.
Su jefe Luis Buendía, un arquitecto de renombre, que en su haber contaba con unas construcciones maravillosa, entre ellas, la iglesia del Pilar de la ciudad, acompañó a Eli al hospital, una de sus mejores arquitectas de su estudio, que con tanto esfuerzo había conseguido, no podría prescindir de ella.
Eli volvió en sí, estaba con la tensión por los suelos, una anemia galopante, los vómitos y poca alimentación, habían conseguido dejarla muy floja. Don Luis no se separó de ella, como un padre, Eli estaba muy agradecida.
Tal vez por que su jefe perdió a su hija tras una terrible enfermedad, por lo que veía a Eli con esa mirada paternal, máxime sabiendo que estaba sola. Que no tenían ningún contacto familiar en la empresa, para poder avisar en estos casos.
Su padre falleció teniendo ella veinte años en un terrible accidente de coche y su madre se encerró en su depresión y dirigiendo su ira hacia ella, lo que hizo que Eli marchara muy joven a estudiar fuera y que jamás volviera a su casa.
El padre le dejó una cuenta, con fondos suficientes para completar sus estudios. Y así continuó con su vida, sin amigas, sin familia, solo contaba con su talento e inteligencia. La señorita gris, como Pablo la llamó aquella noche.
Así fue como su jefe se enteró de su embarazo, se ofreció a llamar al padre, Eli, entre sollozos, le dijo que no había padre, este embarazo lo llevaría ella sola. Quería seguir trabajando para terminar el proyecto que tenía a medias y cogería la baja maternal a su finalización.
Le dieron el alta y Don Luis, muy amablemente, la llevó a su casa, hizo la compra con zumos, frutas, verduras y algo de pescado, para que Eli se recuperase pronto. Que maravilla de hombre.
Ya sola vuelva a mirar por la ventana, cuando había decidido contar su secreto, Pablo desaparece bajo el mar, que ironía, la vida la volvía a poner frente a las cuerdas. Resistir o morir.
Continuará
María José Martínez Rabadán (reservados todos los derechos)
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