BOLLITOS DE CANELA.

 Soplaba el viento, con tanta intensidad, que pareciera un lamento sin fin. El lamento de los sin alma. Quejidos acompañados de rachas fuertes de lluvia, de lágrimas derramadas con el mayor dolor. Los que sufren el cautiverio, los que han quedado atrapados en sus entrañas, en el vientre del miedo, de la enfermedad del dolor.

Intento imaginar, a través de mi ventana, porqué se lamenta de esta manera el cielo, si unos días antes, era todo color, sol y poesía, ¿Qué ha debido pasar?

Valeria y los niños intentan hacer unos bollitos de canela, amasan con sus pequeñas manitas esa harina blanca y apetecible, los huevos recién cogidos del gallinero, azúcar al gusto, como huele la cocina, a hogar, a niños felices, a vida...

Se torna todo de nuevo oscuro, un momento, no oigo a los pequeños, ¿y el hogar? ¿y la leña?.

Será todo fruto de mi cabeza enferma, las últimas semanas he tenido mucha fiebre, en este escondite hace mucho frío, las paredes se humedecen con mi aliento, nada de bollos, nada de canela.

Es increíble como la mente humana es capaz de alejarse del cuerpo, del sufrimiento y evocar tiempos mejores, recordar con tanta nitidez, voces, colores, olores...

Pero un momento es engañosa, lista, te lía tanto que ya no sabes lo que es real, ve y oye lo que tu quieres, caprichosa te lleva de la risa al llanto en cuestión de segundos.

Creo que está llegando el final, muchos días ya encerrado en este agujero inmundo, sin agua ni comida, sin luz.

Estoy preparado, moriré aquí encerrado antes que ellos me echen la mano, no soportaría más torturas, más corrientes, baños de agua fría.

Salomón, enfermo del pabellón de psiquiatría, del número 4, los enfermos psicóticos con trastorno obsesivo compulsivo, fue hallado un 23 de Enero de 1946, acurrucadito en la caldera de fuera, junto al depósito del agua.

En su rostro una sonrisa, fue feliz, ese ratito de intimidad, fuera del sanatorio Saint Louisse, pudo regresar a su casa, con los suyos. O era en su hogar donde verdaderamente se halló. El doctor Killen y yo jamás supimos donde se encontraba  la mente de Salomon.


Comentarios

  1. Duras palabras, pero ciertas... Hay mentes que vuelan muy alto y no regresan por mucho que las llames, un abrazo

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