SEGUNDA OPORTUNIDAD (Dedicado a todas esas personas que luchan cada día por trabajar y normalizar su discapacidad)

 

Que luz cegadora sobre mi rostro, debe ser que estoy muerta, quizá sea el otro mundo, el cielo o que se yo.

Oigo hablar, veo ojos mirándome sobre unas mascarillas, ya entiendo estoy en un hospital, pero esa luz, un quirófano, ¿por qué? ¿Qué me ha pasado?

Comienzo a recordar, iba en el coche con mis amigas, reíamos mucho, era mi cumpleaños, una fiesta sorpresa al salir de clase.

Conducía Amanda, no recuerdo más, sólo unos golpes, empujones, chillos y lloros, hasta el completo silencio, debí perder el conocimiento, no me acuerdo de nada más, si un momento, sonido de sirenas, alguien debió llamar a las ambulancias.

Si yo estoy en quirófano, ¿Dónde están mis amigas?, que no hayan muerto, Dios rezo por ellas, por favor que estemos todas bien.

Vuelve la oscuridad,  me sumerjo en un sueño profundo, solo escucho las palabras de los médicos, vamos Elena duerme…

Pi, pi, pi, es lo único que resuena en mi mente, voy abriendo los ojos con mucha dificultad, me duele la espalda, veo un largo pasillo, estoy sola, empiezo a recordar todo con claridad, Marta, Isabel Amanda y yo, mi cumpleaños, la fiesta, bebimos, ¡!santo cielo!!, nos estrellamos con el coche, ese árbol, las vueltas de campana, los golpes en la cabeza, todo aparece como una película, por secuencias, en mi cabeza, quiero gritar, no puedo no sale la voz de mi garganta.

Toco mis piernas, no están, han desparecido, comienzo a gritar, ¿Dónde están mis piernas? Mi madre llora cogida de mi mano, y me explican la situación, mis amigas se encuentran todas bien, con heridas superficiales, pero a mí el coche me dejó atrapada y …..

Al regresar a casa, en silla de ruedas, todo más complicado, no llego a los muebles, ni al espejo del baño, ni a coger un vaso de agua.

Como voy a vivir de esta manera, ves estas cosas por la tele y piensas que nunca te va a suceder a ti. Debería haber muerto en el accidente, para que continuar mutilada e inservible. Incluso pensé en quitarme la vida.

Pero tenía una segunda oportunidad, debía aceptar esta situación y sacar algo bueno de lo ocurrido, no podía seguir encerrada en casa y enfadada con el mundo.

No fue un trabajo fácil, lleva tiempo aceptar una discapacidad, sentirse diferente al resto, volver a la universidad y que todos te miren, te compadezcan, mi cabeza albergaba todo tipo de discriminaciones, pensaba que todos me tenían pena, pobre chica tan guapa y ha quedado inválida.

Con ayuda de mi psicóloga, fisioterapeuta, mis padres y amigas, con tratamiento durante bastante tiempo, poco a poco fui comprendiendo que de minusválida nada de nada, era una persona tan válida como cualquiera con una discapacidad perfectamente compatible con cualquier actividad.

Terminé mi carrera de Derecho, aunque no era lo mío, pero por mi padre que era su ilusión, lo hice, bastante habían sufrido con lo ocurrido. Y una mañana de Abril, próxima al día de mi cumpleaños, comencé a escribir. Frente al ordenador me sentía una mujer entera, mediante las palabras podía correr, saltar, bailar. Volvía a ser yo misma y era feliz.

Así comenzó mi carrera como escritora, como contadora de historias, unas vividas, otras imaginadas. Salía de nuevo con mis amigas a tomar cañas, al cine, y escribía, era como un torrente que no podía detenerse, sin fin.

Qué paradoja, cuando había tirado la toalla, cuando pensé que no podía seguir viviendo sin piernas, resultó que mis manos, mi corazón y mi cabeza, eran las únicas partes de mi cuerpo imprescindibles para mi profesión.

Publiqué varias novelas y algunos cuentos, viajaba para las presentaciones de libros, gané algún certamen literario con su recogida de premios.

Me arreglaba, maquillaba, y me sentía la mujer más bonita del mundo. Si no hubiera sido por el accidente, estaría en el despacho de abogados de mi padre y jamás hubiera echado mis dedos a volar sobre el teclado del ordenador.

En este tiempo conocí a Mario, un poeta de Madrid, alto, fuerte, con el pelito largo y ese aire bohemio que me enamoró con solo verlo. Siempre había pensado que los poetas, eran como menos masculinos, más sensibles, para nada, Mario era profesor de Lengua y Literatura en la Autónoma de Madrid y jugador de balonmano.

Nuestros ojos se cruzaron nada más vernos, yo estaba sentada en el escenario tras una mesa, para hablar de mi libro, no se percibía la silla de ruedas que me acompaña, como parte de mí.

A duras penas pude comenzar mi presentación, igual que una quinceañera, temblaba cada vez que me miraba y como siempre surge la duda, ¿qué hago al terminar? Cuando me vea de cerca echará a correr.

Mario se acercó con un ejemplar en su mano para que se lo dedicara y firmara, que ojos, verdes como el mar…me dejó una nota con su número de teléfono.

Se marchó del aula magna, antes que yo saliera con mi silla de ruedas. Incapaz de llamarlo y con los mil miedos que había conseguido dejar atrás, decidí tirar la nota y dejarlo pasar, algo en mi interior me decía que no merecía a un chico así, que tonta.

Tomó él la iniciativa y me escribió un email  “Señorita Elena, en vista que usted no me llama o ante la posibilidad de que haya perdido mi número, utilizo este medio para contactar con usted. Estaría encantado, si fuera tan amable  de concederme una entrevista para el periódico de la universidad, que intento dirigir lo mejor posible. Gracias por su atención, un saludo”

Ahora sí que sí, no tengo más remedio que contestar, será algo profesional y si ha leído mi biografía sabrá lo de mi accidente y sus consecuencias.

Quedamos en una cafetería del centro, Mario se encontraba allí, cuando yo llegué, no miró mi silla, solo mis ojos, era tan guapo, tan alto, no podía hacerme ilusiones, al amor renuncié cuando supe de mi situación.

Comenzó todo como una buena amistad, hablamos de mis libros, de mis artículos, de mi blog, todo se sucedía con tanta naturalidad que el miedo despareció de un plumazo.

Nuestros encuentros se volvieron más frecuentes, hasta que un tarde por el Retiro, se acachó a mi altura, cogió mi rostro y me besó, tan dulcemente, con sumo cuidado, como sui fuera a romperme de un momento a otro. Comprendí en ese instante, que era el amor de mi vida, que para él era Elena sin más, no la pobre Elena que mis amigos seguían llamándome.

Otra duda, como podría intimar con él, el sexo lo tenía completamente olvidado y con las prótesis, puffff…otro problema.

Pues surgió del modo más natural del mundo, en el chalet de sus padres con piscina, solos y al atardecer, sumergidos en el agua, vino todo de forma natural, espontánea, sin miedos, el momento más maravilloso de mi vida.

Había descrito escenas eróticas en mis libros, pero sin experiencia previa, ahora me di cuenta que me quedaba corta en la descripción del amor pleno.

Fue una faena lo que me sucedió, no lo olvidaré jamás, pero tal vez todo lo que estoy viviendo no se hubiera producido.

Hola, soy Elena Martín, escritora, con discapacidad y feliz.

 María José Martínez Rabadán

06/07/2024

DENTRO DE MI 2023.

Por favor, cuidado con el alcohol y coger un vehículo, miles de jóvenes cada año, dejan sus vidas en nuestras carreteras después de una fiesta.

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