LA DESGRACIA.

 Sale el sol, como cada mañana, cerca del pantano. Los rayos se reflejan en sus aguas con una luz propia de Dioses. Ese calorcito me encanta, me hace sentir bien.

Me llamo Marianela y esta es mi historia.

Recogía los huevos que las gallinas depositaban con sumo cuidado sobre la paja, la vaca ya ha sido ordeñada hace horas, y los bollos recién salidos del horno, huelen a esa calidez que aporta un hogar feliz, o al menos a nosotros en aquella época, nos lo parecía.

Mi madre nos espera con la mesa puesta, mis hermanos y yo corremos hacia ella con la algarabía, risas y empujones que a nuestros diez años, llenaban la casa. Padre marchó al mercado, allí vendía los quesos, mantequilla  que madre fabricaba, de forma totalmente artesanal, en casa. También algunos productos de la huerta, patatas, lechugas, judías verdes....

Nosotros ayudábamos en lo que se podía a nuestra edad, cuidando de las gallinas, dos vacas, dos cerdos y algún corderete pequeño que se guardaba para Navidad, junto los dulces que madre elaboraba en el horno de leña.

Recuerdo aquellos días y casi toda mi niñez por los olores, desde París, ciudad en la cual resido desde la desgracia, y paseando por sus calles, ese aroma a café recién hecho, bollos, mantequilla,  me devuelven inmediatamente a mi pantano, esas aguas maravillosas donde pescamos y aprendimos a nadar sin dificultad.

La desgracia llegó para quedarse y azotó nuestras vidas para siempre. Aquella mañana de Marzo, ventosa, lluviosa y gris, madre que andaba en sus quehaceres y padre no se encontraba en casa, mi hermano Ángelo y yo, nos dispusimos a pescar, con el día tan malo que hacía, cosas de niños, nos adentramos en el pantano y la tormenta nos pilló de lleno. No podíamos volver así que nos acercamos a la orilla con mil trabajos y fuimos a refugiarnos en una cueva que la montaña nos ofrecía para huir del frio y los truenos que nos mantenían aterrados.

No contentos con estar protegidos, nos adentramos, con curiosidad infantil, a ver donde nos llevaba la roca por dentro. Cada vez que lo pienso, idiota, que tonta, como puse en peligro a mi hermano.

Habíamos oído hablar de una vieja leyenda, que nos contaban los abuelos del lugar, venía a decir que existía, no lejos del pantano, un criatura monstruosa, con apariencia a un jabalí, pero más grande, a dos patas y unos colmillos enormes, que se llevaba a niños pequeños para su sacrificio a los Dioses.

Con esa historia, nos mantenían cerca de la casa, e irse a la cama era obligatorio sino queríamos que Átropos, el maligno, viniera por nosotros. Todo cuentos y leyendas para amedrentarnos, hasta aquel fatídico día.

Cuando Ángelo y yo nos pusimos a explorar la cueva, un sonido atronador, como un gemido, mejor dicho un alarido, nos heló la sangre. Todas las historias contadas e imaginadas inundaron mi cabeza, cogí a mi hermano de la mano y corrimos hacia la salida. Demasiado tarde, Átropos había llegado agarrándonos a los dos de las piernas. Comencé a patalear, a dar puñetazos a gritar, logré soltarme y corrí, tan deprisa que no sentía las piernas. Ángelo no lo consiguió, llegué hasta el pueblo para buscar ayuda, bajo la lluvia, descalza, corrieron conmigo los hombres que pude reclutar, armados, de nada sirvió, mi hermano se lo había tragado la tierra. No me creyeron, era imposible que existiera ese ser, que yo describía, que era pura mitología del lugar.

Buscaron incansablemente, sin éxito alguno. Ni que decir tiene, que mi casa, mi hogar, no volvió a ser el mismo, Madre se sumió en una profunda tristeza, a mí me castigaron, interrogaron y llegaron a la conclusión de que había inventado la historia, para no decir que Ángelo se había caído de la barca y ahogado en el pantano. Recuerdo todo aquello con tanta pena...

Me mandaron interna a un colegio en Francia, me alejaron de los míos, y crecí sin saber si la desgracia había sucedido o lo había soñado. Hice mi vida en Paris, encontré trabajo en una editorial del centro, no volví a mi pueblo, ni a ver a mis padres.

Es hoy, ahora, cuando me atrevo a escribir  mi historia, cuando la investigación de casos, en la misma zona, desapariciones de niños me están acercando cada vez más a la verdad. Relataré mi historia con argumentos, que la gente sepa de una vez por todas, que algo maligno habita alrededor del pantano y que ataca y secuestra a los niños.

Comentarios

Entradas populares de este blog

MAMÁ QUE ANTIGUA, EL AMOR NO DURA PARA SIEMPRE.

CHICAS, QUEDAMOS A TOMAR UN CAFÉ?

EL DERECHO AL DUELO