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Mostrando entradas de marzo, 2024

LAS PRIMAVERAS DE MI VIDA.

  ¿Cuántas veces nacemos, renacemos a lo lardo de nuestra vida? Eso mismo se preguntaba Elisa, caída en desagracia, según ella, en los años del hambre, de la postguerra. Devastada, hundida, sola, pero con esa dureza, esa madurez que el paso de los años otorga, con esa fuerza interna, que ni ella misma es consciente de su poder. Se había criado en una casa acomodada, con un padre abogado y una madre de buena familia, propietarios de una fábrica de gaseosas La Niña Chica, muy famosa en la época y con unos cien empleados. La niñez fue como un cuento de princesas, siempre bien vestida, una educación exquisita en colegio privado y todo tipo de actividades, desde tocar el piano a montar a caballo. Ya en su juventud llegaron los primeros problemas, desengaño amoroso incluido, el señorito Carlos la dejó embarazada y arruinado despareció a las américas, sin dejar rastro. La niña bien, preñada, abandonada y escondida de la sociedad, marchó al norte, lejos de las miradas inquisitorias

LA DESGRACIA.

 Sale el sol, como cada mañana, cerca del pantano. Los rayos se reflejan en sus aguas con una luz propia de Dioses. Ese calorcito me encanta, me hace sentir bien. Me llamo Marianela y esta es mi historia. Recogía los huevos que las gallinas depositaban con sumo cuidado sobre la paja, la vaca ya ha sido ordeñada hace horas, y los bollos recién salidos del horno, huelen a esa calidez que aporta un hogar feliz, o al menos a nosotros en aquella época, nos lo parecía. Mi madre nos espera con la mesa puesta, mis hermanos y yo corremos hacia ella con la algarabía, risas y empujones que a nuestros diez años, llenaban la casa. Padre marchó al mercado, allí vendía los quesos, mantequilla  que madre fabricaba, de forma totalmente artesanal, en casa. También algunos productos de la huerta, patatas, lechugas, judías verdes.... Nosotros ayudábamos en lo que se podía a nuestra edad, cuidando de las gallinas, dos vacas, dos cerdos y algún corderete pequeño que se guardaba para Navidad, junto los dulce