BOLLITOS DE CANELA.
Soplaba el viento, con tanta intensidad, que pareciera un lamento sin fin. El lamento de los sin alma. Quejidos acompañados de rachas fuertes de lluvia, de lágrimas derramadas con el mayor dolor. Los que sufren el cautiverio, los que han quedado atrapados en sus entrañas, en el vientre del miedo, de la enfermedad del dolor. Intento imaginar, a través de mi ventana, porqué se lamenta de esta manera el cielo, si unos días antes, era todo color, sol y poesía, ¿Qué ha debido pasar? Valeria y los niños intentan hacer unos bollitos de canela, amasan con sus pequeñas manitas esa harina blanca y apetecible, los huevos recién cogidos del gallinero, azúcar al gusto, como huele la cocina, a hogar, a niños felices, a vida... Se torna todo de nuevo oscuro, un momento, no oigo a los pequeños, ¿y el hogar? ¿y la leña?. Será todo fruto de mi cabeza enferma, las últimas semanas he tenido mucha fiebre, en este escondite hace mucho frío, las paredes se humedecen con mi aliento, nada de bollos, nada ...