PARA ALISA. (Mi última carta de Amor)
Boyan, buscaba ansioso en su macuto, algo con lo que escribir, necesitaba hacerlo sobre todas las cosas, más que comer. Hacía tanto frío, que ya apenas sentía los dedos de las manos, cubierto de nieve, con la cara quemada por el sol y agazapado en una trinchera, construida con sus manos y las de los demás compañeros, que juntos veían pasar esa noche oscura. Solo les acompaña el sonido de las bombas, la luz del reflejo de las explosiones, algún sollozo, porque los hombres también lloran, incluso guerreros como ellos, hombres endurecidos por las condiciones extremas en las que viven, obligados a participar en una guerra absurda, una guerra pensada y diseñada para hacer el mayor daño posible, a ambos lados de la frontera. Hasta hace muy poco, hombres, padres de familia, esposos, novios, hijos, hermanos, cuyas vidas se sucedían en la más absoluta normalidad, con todo tipo de trabajos, desde mecánicos, a profesores de universidad, desde obreros a ingenieros, desde niños, ...